La botella estaba sin abrir. Tú aún no habías llegado. El cenicero contenía apenas un par de colillas. Yo tenía un día de esos rojos como dice Audrey en Desayuno, un día de esos en que tienes miedo y no sabes por qué. A Audrey le funcionaba ir a Tiffany's...
La botella estaba a medias. Tú dijiste que medio llena, yo que medio vacía. El cenicero había excedido sus propios límites cual volcán furioso y la lava de ceniza invadía sin piedad la mesa y el suelo. Yo quería que me hicieras sudar un par de veces y tú estabas dispuesto. A mí me funcionabas tú.
La botella ya no era de ron, era aire. Tú dijiste que podías con otro, yo me dejé. El cenicero voló en uno de esos intentos de probar posturas imposibles. Yo sólo quería que me enderezaras el día al enderezarte tú. Tú te enderezaste conmigo. Supe entonces que yo era tu Tiffany's. Y nuestro Tiffany's: el ron.
La botella estaba a medias. Tú dijiste que medio llena, yo que medio vacía. El cenicero había excedido sus propios límites cual volcán furioso y la lava de ceniza invadía sin piedad la mesa y el suelo. Yo quería que me hicieras sudar un par de veces y tú estabas dispuesto. A mí me funcionabas tú.
La botella ya no era de ron, era aire. Tú dijiste que podías con otro, yo me dejé. El cenicero voló en uno de esos intentos de probar posturas imposibles. Yo sólo quería que me enderezaras el día al enderezarte tú. Tú te enderezaste conmigo. Supe entonces que yo era tu Tiffany's. Y nuestro Tiffany's: el ron.