Ella era una chica de entretiempo, porque nunca se quedaba a ver cómo ardían los tequieros ni a ver cómo helaban los silencios.
Ella era una chica de entremeses, más exquisita que la comida, más intensa y siempre dejaba con hambre al comensal. Con hambre y con ansias de picar de ella una vez más.
Pero ella sabía que algún día sería invierno, verano, sería pollo con patatas y lubina con ensalada. Ella lo sabía. Pero, que quede entre nosotros.