28 de agosto de 2009

Las 4:45

Imagen de Eride.discordia


Las 4:17 marcaba el reloj que Olivia tenía enfrente. Las 4:17… pero como no era su reloj no podría asegurar que no sufriera ningún desajuste. El suyo, por ejemplo, que había dejado no sabía dónde porque le molestaba por el calor enrojeciéndole la piel de la muñeca, estaba 4 minutos adelantado, para intentar así llegar puntual a sus citas, aunque, claro, al recordar que estaba adelantado seguía llegando tarde.

A las 4:17 Olivia supo que uno de los elementos que configuraba su vida hasta aquel instante iba a dejar de hacerlo.

A las 4:19 huía. Olivia no solía huir, pero puesto que estaba en la casa del elemento que se quedaba fuera de su ecuación, le pareció correcto ser ella la que se despejara. Sacó un cigarrillo de su bolso y junto a la cajetilla de tabaco encontró su reloj. “Caray, cuando no lo buscas, lo encuentras”, pensó. Lo miró. Se encendió el cigarrilo y se preguntó por qué si su corazón siempre había sido amargo, ahora, a las… - Acababa de mirar el reloj pero no se había fijado en la hora… Lo miró de nuevo y se lo colocó en la muñeca - Ahora, a las 4:32 lo notaba tan dulce, bombeando chucherías a todo su organismo. Y si cuando era amargo era irrompible, ahora, blando como una nube, podía sentirlo asustado, tratando de hacerse el duro, acoplando todas las partículas de su azucarada masa para no despedazarse otra vez, como ya se había despedazado en otras ocasiones.

"Las 4:45 será una hora para recordar", se dijo.
Esta vez iba a prevenir, no iba a pegar ni una tirita más. Tiró el cigarrillo al suelo, lo pisó y empezó su carrera en dirección opuesta al elemento perjudicial para su, a veces, dulce corazón.