Te preguntas si ir. Y no sabes cuánto quieres ir por él, cuánto quieres ir por ti, cuánto quieres quedarte por él y cuánto quieres quedarte por ti. E imaginas cómo será si vas. Si será como antes o si será diferente o si no será en absoluto. Y no sabes si es mejor que cambie o que siga igual. O si es mejor quedarse. Y tienes tanto miedo de ir como de no ir. Y te preguntas cómo será no ir pudiendo haber ido. Y sabes que elijas lo que elijas lo más problable es que en algún momento desees haberte decantado por la otra opción y sabes que entonces maldecirás el momento en el que decidiste hacer lo que sea que hagas.
Lo peor es que cada segundo que gastas en pensar qué decidir, es un segundo perdido, porque al final no harás nada más que ir (como decían Héroes) donde quieran tus botas.
Imagen de Ligeia