Imagen de la película 'Pregúntale al viento', basada en la novela de John Fante 'Pregúntale al polvo'. |
A veces pienso en las vidas que he tenido. Y en que no puedo -ni debo- asumir los errores de quien era antes de ser quien soy. No tiene ningún sentido.
Alguna vez me he topado con un recuerdo que me ha sorprendido. Cómo pude hacer eso o aquello. Cómo pude no hacer eso o aquello. Es perder el tiempo tratar de entender lo que se escondía en los propósitos de aquella vieja yo.
A veces me repugna compartir cuerpo y memoria con ella. Con ellas. A veces me avergüenza. O me enfurece. Y otras veces me fascina, me rindo ante el mecanismo de los humanos, de las mentes, de los cuerpos, de los caminos rectos y los torcidos y los que se van desdibujando. Me rindo ante la idea de haber sido esa o aquella o la otra, y ahora ser Yo. Y tengo la certeza de que ninguna de ellas tuvo antes la misma sensación, ni la intención, de ser sempiterna que tengo Yo. De quedarse aquí, ocupando esta cabeza, moviendo estos brazos y levantando estas piernas, y sonriendo o frunciendo el ceño. Este ceño.
En algún momento fui una Arturo Bandini. Con sus contradicciones, sus limitaciones, pero su osadía. Su violencia verbal, su incapacidad sentimental. Su ego y su mata-ego. Y en algún momento entendió -ella que era yo- como diría el original Bandini, que 'su lugar anhelado en el mundo, no era más que un puñado de polvo'.