Estados febriles en los que
deliras, ves con total claridad, es tal el caos ahí dentro, que te aferras
a lo que realmente importa, y descubres lo que realmente te importa
y lo que no. Trances necesarios. Estados febriles en los que la epifanía es pasearte por
los archivos de lo que te estás tomando tan en serio y lo que no, de
lo que estás construyendo en tu vida, de lo que crees que es
estático, e imaginarte rociando de gasoil y prendiendo fuego a esos
archivos estáticos de tu existencia para tener que construir nuevos.
Fuego. Cenizas. Fiebre. Y no
de sábado noche. 'Fiebre amarilla. Agente naranja' decía
Clementine. Me llamaban Fiebre. Me llamaba Fiebre antes que Fosca. Nací de la fiebre.