Despiertas.
Le das los buenos días al dolor. Buenos días. Lleva días a
tu lado. Ya ni te estorba. Te está cayendo bien. Estás ganando
peso y yo lo pierdo. Te ha guiñado el ojo. Y no
tienes ni idea de qué significa eso. Desayunas. Le pasas pasas el
zumo. Te duchas y el dolor, sentado sobre la tapa del váter, pone la
segunda voz en el recital que estás dando. Te acuerdas de la última
de Woody. El dolor no, aún no estaba. Te vistes. Te aconseja ese vestido. Tú aún no
estás para ese vestido. Por la calle te coge la mano. El dolor tiene
la mano fría, helada. Y piensas, bueno, al menos hielo camina
conmigo.