Estoy tirada en la cama. Entra
luz, poca luz. Qué hora debe de ser. ¡Qué me importa! Me fijo en la sinfonía de
mis pulsaciones: 1, 2, 3, 4, todo un desfile de pum pum pum pum. Me obsesiono con el ritmo: pupum pupum pupum. ¿Y si parara justo ahora? No más sístoles. No
más diástoles. El yo poco importaría. Importarían los que quedan.
¿Qué pasaría
si ahora mismo dejara de funcionar? Si ya no bombeara más sangre. Me pregunto si
me iría sin haber dicho algo que me jodería no haber llegado a decir. Si quedaría
algo en el aire. Y me respondo que no. No habría dejado ninguna palabra por
decir. Palabras importantes a personas importantes, me refiero. No creo que
nadie esté falto de información, de mi información. Y comprendo que ésa es mi calma.
Ésa es mi paz. Al menos tengo esa paz. No me he callado nada.