Como aquella vez que denuncié un acoso anónimo telefónico y en la comisaría me dijeron que no harían nada, que quedaría archivado en alguna carpeta de algún cajón y si en el futuro me violaban o mataban lo usarían como pista en la investigación.
Fui yo quién resolvió el caso valiéndome de mi talento teatral y mi sangre fría, pero lo más irónico del asunto fue que aquel policía que me tomó los datos por amenazas y vejaciones acabó por convertirse en mi manifiesto nuevo acosador.
Y es por esto que uno debe encargarse de sus propios asuntos. Nadie más lo hará.