Ya no te
escribo porque es como tumbarte en una autopista a esperar que te
pasen por encima 14 autobuses escolares o como tirar una piedra al mar y
esperar que el mar te la devuelva envuelta en algas.
Ya no te
escribo y si te escribiera te hablaría de algunos
poemas de Roger Wolfe, de los pocos autores vivos que he leído, que
tradujo a Buk y algo se le pegó; te hablaría de uno
en concreto de C. Iribarren, también vivo; y de la película
American Splendor con y sobre Harvey Pekar, autor del texto de aquel
libro sobre los beats que tan acertadamente me regalaste.
Ya no te
escribo. Ya te he escrito.