Me había abonado a la calma. Los días pasaban suavemente y suavemente
pasaba yo por ellos, seca, peinada, con la templanza del que cruza solo los
semáforos, reacia a compartir ningún paso. Reacia a compartirme.
El hombre del tiempo no lo anunció. Soplaste violento. Lloviste
furioso. Hiciste temblar mi credo. Tus olas rebasaron mi muralla a prueba de
conquistas y me rendí a tu tormenta perfecta que rompió las baldosas amarillas
del camino para construir un camino de sueño mayor que el que tuvo Dorothy,
pero increíblemente real, en el que circular de tus manos, regocijándonos
juntos en cada paso.
Abonada a la calmaeuforia, los días pasan suavemente y
suavemente paso yo contigo por ellos, agitada, empapada, despeinada, viva. Compartiéndolos.
Compartiéndome. Con el extra que llegó tras tu ciclogénesis explosiva.