Viajes.
Plúteos repletos de guías y de álbumes de viajes.Y del verdadero viaje, nada.
Del verdadero viaje no se venden postales.
Es un vuelo que hace escala en el más caliginoso de los rincones.
No puedes elegir ventanilla o pasillo. Sólo en medio.
No hay cinturón de seguridad ni chaleco salvavidas.
El trayecto va de un lado al otro del espejo.
Un viaje en el que el habitante del soma es turista advenedizo.
Parte desde la piel de uno y llega hasta su propio centro.
Ningún equipaje para emprender el verdadero viaje.
Ni mapas. Ni tiendas de souvenirs.
Es el viaje del meditabundo, del eremita,
del mortal en el apogeo del silencio,
en el cénit de la clarividencia.
Retrasos, evasivas, subterfugios.
Last call for passenger…