El monstruo de las ganas le
echa
un pulso al monstruo del
miedo
¡Hagan sus apuestas,
caballeros!
Silba el recuerdo
del pasado dolor
Congela sus pies
Ruge el hambre
de un nuevo bocado
Apeteciéndole
Ella se rascaba las
imperfecciones
hasta hacerse herida
Él no paraba de tocarse el
pelo
hasta arrancarse alguno
Ella leía, él escribía
Ella le miraba, él sabía que ella le
miraba
Él escribía que ella le
miraba
(o eso es lo que ella
quiso pensar)
Y todo lo que iba a pasar
después de ese preciso
instante
era un fecundo y acojonante
enigma
ante el que tenían las
mismas ganas
que miedo
sentados no muy lejos
en aquella aula
de lo que algún día fue
algún grado de E.G.B.