Los dientes son un asunto fascinante. Nacemos sin dientes, lo
cual es una buena noticia para las madres que deciden amamantar, y, aún hoy, muchos mueren sin dientes. Siempre es impactante
ver a un abuelo sin dentadura, como si su boca volviera a ser la de un bebé... En fin, nacemos sin dientes y luego nos van saliendo unos provisionales, que a los pocos años caen, con la contraprestación de que si los dejamos bajo la
almohada, el ratoncito Pérez se llevará la pieza y en su lugar nos
dejará dinero. De niños nos parece fabuloso que un ratón con pinta
de hombre de negocios, con gafas, traje y maletín, entre en nuestra
habitación, trepe hasta la cama, y deje un billete donde estaba el
diente. Entonces no hacemos preguntas, pero yo ahora me pregunto...
¿qué clase de negocio tiene un ratón para darle utilidad a
millones y millones de dientes humanos? ¿Qué provecho se puede
sacar de los dientes? Espero que en algún momento alguien arroje luz
a este misterio. Espero levantarme una mañana y que ésa sea la noticia de portada de todos los periódicos.
De
mayores las cosas se ponen feas, nos han salido los dientes definitivos y si
se nos cae o rompe o pudre uno de estos, ya no sacamos dinero, somos nosotros los
que tenemos que pagar, mucho dinero, a un dentista para que nos ponga
uno nuevo. Así que tal vez sería buena idea ir guardando ya de
niños el dinero que nos deja el ratoncito Pérez para financiar los
futuros dientes postizos, o, quién sabe, guardar los dientes de
leche para reemplazar los que de adulto nos arranquen. Un momento, ¡un momento!, ¿no será ése el negocio del ratoncito Pérez? ¿Será posible que
haya levantado un imperio en el que provea de prótesis dentales
hechas a partir de dientes de niños a todos los dentistas del mundo?
¿Será posible?